Tienes la prerrogativa de obtener lo que quieras por el solo hecho de desearlo. Recuerda las veces que tu pedido te lastimó. Pregúntate ¿Qué podría pedir que su posesión me agrade siempre? Pides mal, pues siempre acabas sufriendo. No vuelvas a hacerlo solo, une tu mente a la del Padre y pide lo que Él te ofrece, garantízate el éxito.