“No me gobiernan otras leyes que las de Dios”. -Me gusta ver desautorizadas tantas leyes como tengo acordadas para transitar por esta vida. Lo único que hacen es administrar carencias-. “Eso no son leyes, sino locura”. -Escucho hablarme-; Ocultan el ataque que la mente se hace a si misma hasta la muerte-.

En la práctica larga debo examinar las leyes que acato; de la nutrición, de la inmunización, de la medicina y pro­tección del cuerpo en sus innumerables formas. Incluso las leyes de la amistad, como si llegarán del mismo Dios. Todas son iguales; restringen para gobernar. Su base es la carencia. Por contra “con las leyes de Dios las pérdidas no existen. No se hacen ni se reciben pagos; no se pueden hacer intercambios; no hay sustitutos y ninguna cosa es reemplazada por otra. Las leyes de Dios dan eternamente sin jamás quitar nada”. -Trato de comprender esto y de asimilar su coherencia desconocida, reconociendo la insensatez de mis leyes que acaban en muerte-.

Sigo leyendo-: “Escucha a Aquél que te dice esto, presta atención, te dirá más, te hablará del Amor que tu Padre te profesa, de la infinita dicha que te ofrece, de la ardiente añoranza que siente por Su único Hijo, creado como Su canal de creación, pero que Le niega debido a su creencia en el infierno”. -Abre tu canal con Dios, me dice, y permite que Su Voluntad llegue hasta ti, te hablará de los gozos del cielo y de su infinitud-. “No me gobiernan otras leyes que las de Dios”. -Repite la idea hasta que la comprendas completamente-.

En las practicas cortas, la misma idea, como respuesta a cualquier tentación de someterme a otras leyes. “Es tu declaración de que estas a salvo de peligro y tiranías. Es tu reconocimiento de que Dios es nuestro Padre y de que Su Hijo se ha salvado”. -Cuatro o cinco veces por hora-.

Joseluis