“La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón”. Leo… y siento la paz que transporta. Esto es lo que necesito oír. Desaparece por un instante mi pelea con el mundo y me traslada otro transformado, afín y favorable mientras repaso; la quietud del Cielo me envuelve, aunque me sienta amenazado y me da paz, la quietud permanece conmigo en las adversidades y me da paz, la quietud me acompaña en la competencia de cada día y me da paz. La quietud es mi capa de invisibilidad frente a los desastres que me acosan. Sí, quiero irme de aquí, del mundo que me agobia reconociendo la quietud que me acompaña. Quiero irme de aquí y dejar todo sin hacer. Cambiar mi lucha por la quietud del Cielo. “La quietud de Dios envuelve hoy mi corazón”. -Esto es lo que quiero oírme decir todo el día, porque únicamente esto es lo mío… y me planto-.

Padre, ¡qué día tan sereno el de hoy! ¡Qué armoniosamente cae todo en su sitio! Éste es el día señalado para que llegue a entender la lección de que no tengo que hacer nada. En Ti ya se han tomado todas las decisiones. En Ti ya se ha resuelto todo conflicto. En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. La paz es mía. Mi corazón late tranquilo y mi mente se halla en reposo. Tu Amor es el Cielo y Tu Amor es mío. –Y aunque sólo se tratara de un sueño, elijo éste en lugar del de muerte con el que a diario desayuno desde mi inconsciencia. Y me quedaré quieto, escayolada mi mente, soñando esta vez el Cielo, viéndolo venir, por si por fin se queda y escapa ya el lamento de mi boca-.

            “La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encon­trado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros. Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. Confiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él”. -Sostén mi fe conmigo, que estoy necesitado-.

joseluis