“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -El sillón de mi casa donde medito se ha convertido en mi sala de musculación. Hoy me he dado cuenta. Cada mañana hago lo mismo que allí; levanto mis pesas. Esperanzado. Tampoco veo aquí el cambio instantáneo, pero sí el masaje en mi músculo por el esfuerzo, esta vez mi cerebro, y complacido prosigo-: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -Como un atleta, un corredor de fondo, en mi sala de musculación, practicando-.

“Elijo el júbilo de Dios al dolor”. -Hoy sólo me pide que haga una elección y lo he hecho pensando en mis dolores inútiles y en los que los demás me presentan como míos que lo son-. “El dolor es mi propia invención”. -¡Ay! Te la entrego Padre para que la deshagas, en mi nombre, y en el de los que sufren por mí-. “No es un pensamiento de Dios, sino uno que yo pensé aparte de Él y de Su Voluntad”. -No puede ser de otro modo, es una invención del infierno. ¡Qué se haga en mi según Tu Voluntad!- “Y eso es lo que elijo en lugar de lo que yo inventé”; -El júbilo de Dios a mis dolores-.

“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -De la mano de mi Entrenador, asistido por Él. Repito los movimientos dejando atrás el tedio y el cansancio. Renovado a cada movimiento, complacido entonces, haciendo de la rutina un método. Somos muchos, pero cuando Le busco, siempre me está mirando. Unas palabras de aliento, una corrección, siempre amoroso-. “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -Ya no se me hace duro, se ha convertido para mí en imprescindible. Gracias, Entrenador-.

Joseluis