“Dios no creó un mundo sin significado”. -Puedo aceptar esto inmediatamente pero, ¿qué hay de todo lo que veo?- El mundo que ves no tiene nada que ver con la realidad. Es tu pro­pia obra, y no existe”. -Me responde corto y claro como acostumbra y me deja colgado de la brocha-.

Hoy los ejercicios debo hacerlos con los ojos cerrados, repasando mentalmente los desastres concretos que veo y doy por ciertos, desmarcándolos de la creación de Dios: “Dios no creo el desencuentro entre nuestros políticos, por lo tanto, no es real. Dios no creo la corrupción, por lo tanto, no es real. Dios no creó el cáncer de mi hermano, por lo tanto, no es real… Mas del minuto recomendado creo que he estado aliviándome del peso de estas amenazas.

“La idea de hoy es un paso más en el proceso de aprender a abandonar los pensamientos que le has adscrito al mundo, y a ver en su lugar la Palabra de Dios. Estos intercambios, a los que verdaderamente se les puede llamar salvación, pueden ser bastante difíciles e incluso dolorosos. Algunos de ellos te conducirán directamente al miedo. Mas no se te dejará ahí. Irás mucho más allá de él, pues es hacia la paz y seguridad perfectas adonde nos encaminamos”. -Santa Palabra-.

-Me dice-: “Lo que contemplas con tus ojos, es tu repertorio personal de horrores, tu mundo. Hay cosas que compartes con los demás, otras son tu infierno personal. No importa. Lo que Dios no creó sólo puede estar en tu propia mente separada de la Suya. Por lo tanto, no tiene significado”. Aparte de las dos sesiones que me quedan, puedo usar la fórmula durante todo el día cuando algo me inquiete: “Dios no creó un mundo sin significado.  No creó [especifica la situación que te esté perturbando], por lo tanto, no es real”. -Y lo haré buscando alivio-.

Joseluis