“Estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado”. Cuando me observo, fácilmente puedo recordar las cosas que me preocupan del mundo. Y leo a continuación que todos sus atributos; inseguro, interesado, mezquino, analfabeto… aterrador, se los otorgo yo. “El mundo de por sí no tiene significado”, lo venimos diciendo todo el tiempo.

Hoy me pide que vaya repasando todas las cualidades con las que le califico, mientras paseo una vez más, mi mirada por los objetos de mi entorno a intervalos similares y sin detenerme para hacer énfasis en ninguno de ellos. Y así hago mientras repito; creo ver un mundo inseguro, un mundo en peligro, un mundo de intereses particulares, un mundo sin futuro, un mundo de frágil belleza, un mundo que ahoga la bondad, un mundo hostil… Pero estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado.

Me dice que no importa usar términos “positivos” junto a “negativos”, ambos son juicios míos. Lo que carece de significado no es ni bueno ni malo. Si pudieses aceptar al mundo como algo que carece de significado y dejar que en lugar de lo que tú crees, la verdad se escribiese en él por ti, te llenaría de una felicidad indescripti­ble. Pero precisamente porque carece de significado te sientes impulsado a escribir en él lo que tú quisieras que fuese. Eso es lo que ves en él. Eso es lo que en verdad no tiene significado. Bajo tus palabras está escrita la Palabra de Dios. La verdad te disgusta ahora, pero cuando tus palabras hayan sido borradas, verás la Suya. Ése es, en última instancia, el propósito de estos ejercicios”. Ésta es la palabra de Dios para mí y como una comunión la recibo. Tres o cuatro veces hoy.

Joseluis