Hay otra forma de resolver los problemas de tu vida, los duros, los imposibles. Tu Padre no te dejó solo. Aprende a hacerlo permitiendo Su intervención, usa Su pensamiento, repítete con la misma insistencia que el dolor; “Mía es la quietud y la Paz de Dios”. Apréndelo, insiste hasta el éxito, desconoces que está ahí.