“Más allá de este mundo hay un mundo que yo deseo”. -Y se abre un horizonte de esperanza. Sí, reconozco mis necesidades insatisfechas y frustraciones-. “El mundo que ves es ciertamente despiadado… Da para más tarde quitar… En él no se puede encontrar amor verdadero porque en él no hay amor”. -Me dice para explicar mi fracaso. Tengo puesto mis expectativas donde jamás pueden cumplirse, pero, ¿dónde voy? No necesitas renunciar al mundo, sino cambiarlo por algo satisfactorio rebosante de alegría y que te de paz, me dice.-

“¿Cómo podría ser una pérdida hallar todo lo que realmente anhelas, y saber que no tienen fin? -Me llega la noticia como un sueño melancólico ¿Será esto posible en algún lado?-. “Incluso estas cosas se intercambiarán por aquello de lo que no podemos hablar, pues desde allí te trasladarás a donde las palabras son completamente inútiles, a un silencio en el que el lenguaje, si bien no es hablado, se entiende perfectamente”. -¡Ni en sueños puedo imaginarme este lugar! Estoy realmente perdiendo el tiempo-. No atribuyas ningún valor a las cosas de este mundo, y desaparecerá. Valóralo, y te parece­rá real”.

Practica estar dispuesto a efectuar este cambio diez minutos por la mañana, por la noche y entremedias. Comienza con lo siguiente: “Más allá de este mundo hay un mundo que deseo. Elijo verlo en lugar de éste, pues no hay nada aquí que realmente desee”. Y, con los ojos cerrados observa como se encienden las luces del nuevo mundo hasta convertirse en una sola.

Y cada hora confirmaré mi decisión repitiéndome: “El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee. Más allá de este mundo hay un mundo que deseo”.

Joseluis