“Los milagros se ven en la luz, y la luz y la fortaleza son una”. -La primera parte ya la conozco, pero la segunda me deja parado-; “No asocias la luz con la fortaleza ni la oscuridad con la debilidad, porque tu idea de ver está vinculada al cuerpo, a sus ojos y a su cerebro”. -Me contesta, y prosigue-; “Crees también que tu cerebro puede pensar. Si comprendieses la naturaleza del pensamiento, no podrías por menos que reírte de esta idea descabellada”. -Siempre comienzo la lección desarbolado, pero en lugar de desconcertarme me anima a seguir-. “La fortaleza de Dios que mora en ti es la luz en la que ves, de la misma manera como es Su Mente con la que piensas”.
Entonces esta luz no es en la que veo mi mundo ni siquiera las personas que quiero, ahí está mi engaño ¡qué duro de creer!-; “La luz de la fortaleza es constante, segura como el amor y eternamente feliz de darse a sí misma. No cambia ni titila hasta extinguirse”. -¡Y yo qué sé que es eso!- “Nadie que pida compartir su visión lo hace en vano”. -Yo lo pido, yo quiero Padre-.
“Dedica hoy veinte minutos, mañana y noche, a estar presente en su encuentro. Déjate conducir ante tu Ser. Su fortaleza será la luz en la que se te concederá el don de la visión. Deja atrás hoy la oscuridad por un rato, y practica ver en la luz, cerrando los ojos del cuerpo y pidiéndole a la verdad que te muestre cómo hallar el lugar de encuentro entre el ser y el Ser, en el que la luz y la fortaleza son una”. -Nadie me habla como Tú, nada tiene tanto poder de convicción como Tus palabras, Tú sabes hablarme Padre, te reconozco. Voy con Tu ayuda a mi práctica. Y hasta la noche, retendré la lección conmigo como el preludio de la visión que me anuncias-.
Joseluis
Gracias, gracias