Para la primera sesión larga: “Que reconozca el problema para que pueda ser resuelto”. Hoy quiero comprender que el problema es siempre alguna forma de resentimiento que deseo abrigar con su venganza, y que la solución es el milagro que Dios me dio como opción sin pérdida para nadie. Hoy quiero recordar la sencillez de la salvación, al simplificar los intervinientes: el problema; un resentimiento, la solución; un milagro. Puedo solucionar mi vida abandonado mis resentimientos con mi venganza y aceptando la solución incruenta de Dios; el milagro. Es sencillo si no lo olvido, y no lo olvidaré si quiero soltar mi resentimiento y bajar a mi crucificado.

Entre horas sostendré mi decisión diciendo: Esto supone un problema para mí que quiero que se resuelva. El milagro que se encuentra tras este resentimiento lo resolverá por mí. La solución de este problema es el milagro que el problema oculta.

Que reconozca que mis problemas se han resuelto”. La razón de que parezca tener problemas es mi uso indebido del tiempo. Estoy acostumbrado a que entre la llegada del problema y su solución medie tiempo, por eso no cuento con que Dios puso la solución junto al problema. ¡No son dos cosas separadas! ¡Qué novedad, qué eficacia, qué sencillez! Ayúdame Padre a comprender algo tan contrario a mi experiencia, imposible yo solo, porque necesito este nuevo camino para volver a casa. ¡Qué importante es esto, qué corrección tan fuerte de mi mente! ¡Qué jamás se me olvide, qué siempre esté presente!

Refrescaré mi memoria con: No tengo que esperar a que esto se resuelva. La solución a este problema ya se me ha dado, si estoy dispuesto a aceptarla. El tiempo no puede separar este problema de su solución.

Joseluis