“Tengo derecho a los milagros. Porque no me gobiernan otras leyes que las de Dios. Ellas me liberan de mis resentimientos reemplazándolos con milagros.  Aceptaré los milagros en lugar de los resentimientos, que son ilusiones que los ocultan. Aceptaré solamente lo que las leyes de Dios me otorgan, para que pueda usarlo en beneficio de la función que Él me ha dado”. -Milagros es lo que necesito para sofocar los incendios en mi vida, para que rompan la consistencia que me constriñe y para ayudarme a girar mi vista en dirección de Su Origen y Causa, ahí quiero estar-.

Para mantener fresca mi decisión frente los inconvenientes de hoy diré: Detrás de esto hay un milagro para mí. No abrigaré resentimientos contra ti, [nombre], sino que te ofrezco el milagro que mereces. Visto correctamente, esto me ofrece un milagro.

¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos! Así uno mi voluntad a la del Espíritu Santo y percibo las dos como una. Así acepto mi libe­ración del infierno y expreso mi dis­posición a reemplazar mis ilusiones por la verdad según el plan de Dios. Sin excep­ciones ni sustituciones: Lo que quiero es el Cielo y sólo el Cielo, como la Voluntad de Dios ha dispuesto para mí”. Me da mucha paz repasar esta afirmación, por eso sé que es cierta. Es la mano firme que puedo asir cuando tiemblo amenazado por los resentimientos que acumulo.

Sostendré mi calma recordándome: No quiero excluir este resentimiento de mi salvación. (Nombre], dejemos que los milagros reemplacen todos nues­tros resentimientos. Detrás de esto se encuentra el milagro que reemplaza todos mis resentimientos.

Joseluis