Para la primera sesión larga: Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí. Me muestran lo que no está ahí y me ocultan lo que quiero ver. Reconociendo esto, ¿para qué los quiero? Ellos me mantienen en la oscuridad y ocultan la luz. Los resentimientos y la luz no pueden coexistir, pero la luz y la visión tienen que unirse para que yo pueda ver, por eso tengo que desprenderme de mis resentimientos. Quiero ver, y mi decisión me dará el triunfo”. -¡Ah, mis resentimientos; la roña de mi mente! Repito y repito confiado la lección; jabón, agua caliente… y puño. Quince minutos, igual que por la tarde-.

Para la segunda sesión larga: “Mi salvación procede de mí. Hoy reconoceré que está en mí, porque ahí está su Fuente. No la ha abandonado, por tanto, no pudo haber abandonado mi mente. Dejaré de buscarla fuera. No es algo que tenga que incorporarme. Se extenderá desde dentro de mí, y todo aquello que vea reflejar la luz que brilla en mí y en sí mismo”. -¡Qué cambio tan enorme necesita mi pensamiento! Está en antípodas. Y me empapo en estas frases del sentido que me falta-.

Durante la mañana cuando un resentimiento venga a visitarme me dejaré guiar: No permitas que haga de esto un obstáculo a la visión. La luz del mundo desvanecerá todo esto con su res­plandor.  No tengo necesidad de esto. Lo que quiero es ver.

Por la tarde ante la tentación: No dejaré que esto me tiente a buscar mi salvación fuera de mí mismo. No permitiré que esto interfiera en la conciencia que tengo de la Fuente de mi salvación. Esto no puede privarme de la salvación.

Joseluis