“No hay más voluntad que la de Dios”. Parece mentira que pueda vivir al margen de una cosa tan obvia. No puede haber otra voluntad porque equivaldría admitir otro Dios. ¿Qué se podría oponer a un Dios sino otra fuerza equivalente? Me repugna pensar en dos dioses distintos, porque no puedo haber dos verdades distintas. Conclusión: “No hay más voluntad que la de Dios”. ¿Cómo puedo tener una vida tan distante de la razón sin estar loco? ¿Cómo no voy a tener conflictos si creo en múltiples voluntades? Ésa es la causa de mi desasosiego continuo. Me aplicaré hoy.

En las prácticas largas repetiré la idea que me apunta lenta­mente, con determinación de comprender su significado y asimilarlo: “No hay más voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto”. -Y dejaré que pensamientos afines surjan-: “Estoy en paz. Nada puede perturbarme. Mi voluntad es la de Dios. Ella cuida de mí. En Ella estoy a salvo”… -Mientras vigilo los pensamientos conflictivos que se me crucen y los encaro de este modo-: “No hay más voluntad que la de Dios. Estos pensamientos conflictivos no significan nada”. -Los casos dolorosos los trataré individualmente identificando el asunto y las personas implicadas diciéndome-: “No hay más voluntad que la de Dios. Yo la com­parto con Él. Mis conflictos con respecto a… no pueden ser reales”. El resultado ha de ser la paz, en la que me envolveré y reconoceré.

Si experimentas dicha, es que estas en paz, si ensimismamiento, repite la lección de inmediato para recuperar la dirección. Haz esto cuantas veces sea necesario. Para entre horas repítete: “No hay más voluntad que la de Dios. Hoy busco Su paz”. Cada media hora, un par de minutos me pide.

Joseluis