Nada de lo que veo significa nada”. Y es así porque veo lo que no es nada y por tanto carece de significado. Es necesario que reconozca su vacuidad y me desprenda de ello para que la visión pueda ocupar el lugar que le corresponde.

Le he dado a todo lo que veo todo el significado que tiene para mí”. Lo que veo es mi propio juicio. Es una ilusión, porque he juzgado la realidad sin tomarla en cuenta. Estoy dispuesto a reco­nocer su falsedad porque quiero ver. Mis juicios me lastiman, renuncio a ellos.

            “No entiendo nada de lo que veo”. Porque se desprende de mis propios pensamientos erróneos. Ni son comprensibles y tiene sentido tratar de entenderlos, pero sí es lógico que los descarte para que llegue la verdad. Puedo hacerlo sólo con estar dispuesto.

“Estos pensamientos no significan nada”. Y carecen de realidad porque estoy tratando de pensar sin Dios. Mis pensamientos reales son los que pienso con Dios. No soy consciente de ellos porque los he sustituido. Reconozco mi error, mi disposición a rectificar y aceptar los reales.

“Nunca estoy disgustado por la razón que creo”.  Porque siempre tra­to de justificar mis pensamientos y hacer que sean verdad. Fabrico pruebas para mi ira y mis ataques. Desconozco la magnitud del desastre de mi plan que defiende mi sistema de pensamiento y estoy dispuesto a abandonarlo.

Debo comenzar leyendo las ideas con los comentarios y practicar con ellas al menos una vez por tres minutos. A ser posible con los ojos cerrados. “Su propósito es prepararte para que la quietud te acompañe en todo lugar y te cures de toda aflicción y zozobra. Aprenderás que la paz forma parte de ti, que sólo requiere que estés presente para que envuelva cualquier situación y que no la limita nada, ya que tu paz está donde tú estés”.

Joseluis