“La Voz de Dios me habla durante todo el día”. Siento pena, rabia o no sé qué por vivir al margen de este acontecimiento. Es posible escuchar la Voz y hacer tu trabajo, me dice. La parte de tu mente donde reside la verdad está en constante comunica­ción con Dios, tanto si eres consciente de ello como si no”. Me salen las prisas por ir allí. Y entro en combate con mis dudas; no estás preparado, no serás capaz, no es para ti, es muy difícil, es pura teoría, aplícate a lo que conoces, siempre fallas, vas a perder esta oportunidad como siempre, los demás lo consiguen menos tú… mi cabeza va a estallar, estoy en la otra parte de mi mente, la que “…está distraída, es desorganizada e insegura”. Convertí la tranquila invitación a escuchar la Voz, en un reto. Me paro, aparco mis temores y trato de convertirme simplemente en un fiel obediente del guía que dirige el plan.

“Escucha en profundo silencio”.- me dice Jesús al frente del estudio- “Permanece muy quedo y abre tu mente. Ve más allá de todos los chillidos estridentes e imagina­ciones enfermizas que encubren tus verdaderos pensamientos y empañan tu eterno vínculo con Dios. Sumérgete profundamente en la paz que te espera más allá de los frenéticos y tumultuosos pensamientos, sonidos e imágenes de este mundo demente. No vives aquí. Estamos tratando de llegar a tu verdadero hogar. Estamos tratando de llegar al lugar donde eres verdaderamente bienvenido. Estamos tratando de llegar a Dios”. Y lo hago sin calificar mi resultado, no me corresponde, si hice lo que me pide, la nota siempre un diez. Tres prácticas más de cinco minutos me quedan.

Entre horas también debo repetirla, con los ojos abiertos o cerrados, “…com­prendiendo que estás invitando a la Voz de Dios a que te hable”. -Nunca tuve tantas expectativas-.

Joseluis