“Mi santidad es mi salvación”. Comienzo desconcertado. Y me pregunta: “Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto?” Es obvia la respuesta; la lección de hoy. “No estamos interesados en proezas intelectuales ni en juegos de lógica”. Me dice sin embargo, que la vacilación que siento al responder se debe a mi falta de credibilidad en la respuesta. Por eso necesito aprender este curso. Si fuera completamente consciente de mi santidad, no vería peligro.
“Tu santidad es la respuesta a toda pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora o se haga en el futuro. Tu santidad significa el fin de la culpabilidad y, por ende, el fin del infierno. Tu santidad es la salvación del mundo, así como la tuya”. Mi santidad no puede excluirme. “A medida que apliques los ejercicios a tu mundo, el mundo entero se beneficiará”.
Repito la idea para conectarme y busco pensamientos no amorosos suscitados por personas, situaciones o cosas que temo. “Es imperativo para tu salvación verlos de otra manera. Impartirles tu bendición es lo que te salvará y te dará la visión”. Uso la fórmula indicada: “Mis pensamientos no amorosos acerca de los políticos me mantienen en el infierno. Mi santidad es mi salvación. Mis pensamientos no amorosos acerca del cáncer me mantienen en el infierno. Mi santidad es mi salvación…” y repaso la galería de mis horrores durante los 5 minutos. Finalizo repitiendo la lección y añadiendo; Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto? Me pide hacer alguna más de las cuatro sesiones largas y que entre hora repita la lección tres o cuatro veces haciéndome también la pregunta, o usando frente a lo que me asuste: “Mi santidad es mi salvación de esto”.
Joseluis
Gracias, gracias