“La paz, la dicha y los milagros que otorgaré cuando acepté la Palabra de Dios son ilimitados. ¿Porqué no aceptarla hoy?” ¿Será posible qué yo me esté pensando aceptar o no la Palabra de Dios? ¿Quiere esto decir qué estoy en otra cosa? ¿No tengo que remover nada antes ni vencer dificultades externas? ¿Su Palabra no es el premio a un esfuerzo supremo mío, no me la he de ganar? ¿Ante qué pared, que sin duda yo mismo puse, me encuentro? ¿Ante qué impedimento que yo mismo debí hacer invisible estoy? ¿Como desmantelar lo que está oculto? Si mi voluntad confusa lo puso, es ahora mi voluntad consciente eliminarlo.

Y siento miedo. Cuando pienso que ahora mismo todo puede cambiar, siento miedo. Siento miedo a que mi mundo desaparezca sólo con alargar mi mano. Puedo sostener que ocurra y hasta parece que me preparo para lograrlo, pero siempre que suceda en el futuro ¡Ah, vivo de mi propio engaño!

            “¿Por qué debo esperar, Padre mío, para recibir la dicha que Tú me prometiste? Pues Tú mantienes la Palabra, que le diste a Tu Hijo en el exilio. Estoy seguro de que mi tesoro me aguarda y de que sólo tengo que extender la mano para encontrarlo. Incluso ahora mismo mis dedos ya lo están tocando. Está muy cerca. No es necesario que espere ni un instante más para estar en paz para siempre. Es a Ti a Quien elijo, y a mi Identidad junto Contigo. Tu Hijo quiere ser él mismo, y reconocerte como su Padre y Creador, así como su Amor”.

Y lo repetiré todo el día para reforzar mi debilitada voluntad y perder el miedo que aleja de mí los regalos de mi Padre. Hoy es el día, me tiemble el pulso o no.

José Luis Cristo