“Gustosamente “sacrifico” el miedo”. Parece que me pongo de acuerdo de inmediato, aunque siento un pequeño movimiento en mi interior y según repito la frase descubro que necesito comprender que se trata de sacrificar el miedo a que me vayan mal las cosas, y ya sin ningún recelo continúo: He aquí el único “sacrificio” que le pides a Tu Hijo bienamado: que abandone todo sufrimiento, toda sensación de pérdida y de tristeza, toda ansiedad y toda duda, y que deje que Tu Amor entre a raudales a su conciencia, sanándolo del dolor y otorgándole Tu Propia dicha eterna. -La novedad es que puedo no estar en peligro, aunque desoiga sus avisos, pues en principio sólo son eso. Entiendo perfectamente lo que trata de decirme, que no me deje caer en la tentación de creer que puedo sufrir, perder, estar triste, ansioso por algo, o abrigar duda alguna que me cause incertidumbre. Que no escuche la voz que me intimida. En definitiva, que no me deje caen en la tentación de sentirme aislado y solo-.
“Tal es el “sacrificio” que me pides y que yo me impongo gustosamente: el único “costo” que supone reinstaurar en mí Tu recuerdo para la salvación del mundo. -Si vacío mi mente de amenazas, se instalará de nuevo el recuerdo de Mi Padre… y ya no habrá más muertos-.
“Y al saldar la deuda que tengo con la verdad -que consiste sencillamente en abandonar los auto-engaños y las imágenes que venerábamos falsamente- , la verdad regresa íntegra y llena de júbilo. Ya no me engaño. El amor ha regresado a mi conciencia. Y ahora estoy en paz otra vez, pues el miedo ha desaparecido y lo único que queda es el amor”. -Y ya no habrá más muertos-.
Joseluis