“Tan sólo puedo renunciar a lo que no es real”. Me tranquiliza frente a las renuncias que parecen costosas. Lo tengo que recordar cada vez que me sienta apegado a mis metas próximas. Tengo que recordarlo cuando algo que me gusta se me va, o ni tan siquiera puedo alcanzarlo. Las ilusiones nunca me dieron el resultado prometido. Qué no siga creyendo que pierdo algo si de entrada no me las procuro.  Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más”. -Tengo que aprenderme esto- “Y a medida que desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocul­tar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entre­garme los ancestrales mensajes que me traen de Dios”. -¡Qué descubrimiento! Las ilusiones ocultan un regalo de Dios. Tengo que sostener esto en mi mente antes de embarcarme detrás de la próxima ilusión que me tiente. Me quedo con el regalo de Dios-

“En cada regalo Suyo que acepto yace Su recuerdo”. -Aceptar Sus regalos es perdonar las ilusiones que persigo como mis cielos particulares, es renunciar a mis objetivos, pues no puedo sostener los dos, son incompatibles. Su recuerdo es la verdad, que busco en las múltiples formas con las que sueño-. “Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí”. -Me alegra aprender que la salvación no me quita nada. Es la tranquilidad que me llega.

            “Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. Lo que Tú no has dado es irreal. ¿Qué pérdida podría esperar sino la del miedo y el regreso del amor a mi mente?

                                                                                                                                                    joseluis