“Yo soy el medio para la salvación, así como su fin”. Según lo repito esta mañana parece que estoy conociendo a otra persona. Una figura nueva aparece en mi mente y trato de reconciliarme con ella. Me gusta verme de esa otra forma. ¿Seré yo realmente? ¿Estará en mí el vapuleado por el mundo que creo ser y el salvador de mí mismo a la vez? Ya no me extraña nada y prosigo mientras me voy trasmutando: En mí -el santo Hijo de Dios- se reconcilian todos los aspectos del plan celestial para la salvación del mundo”. -¡El santo Hijo de Dios, esa salmodia vieja que me calma! Todos los aspectos que creo ver se reconcilian en mí, me gusta.- “¿Qué podría estar en conflicto, cuando todos los aspectos comparten un mismo pro­pósito y una misma meta?” -Ninguno, me quedo ahí- “¿Cómo podría haber un solo aspecto que estuviese separado o que tuviese mayor o menor importancia que los demás?” -Sólo si sigo soñando-

“Tú eres el medio por el que el Hijo de Dios se salva, porque el propósito de la salvación es encontrar la impeca­bilidad que Dios ubicó en ti. Fuiste creado como aquello tras lo cual andas en pos. Eres el objetivo que el mundo anda buscando. Eres el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. Eres el medio para la salvación, así como su fin”. -Cierro mis ojos, y dejo que el contenido de estas palabras caigan sobre mi cabeza como lluvia reparadora y borren para siempre las sombras que esconden la verdad de mi ser-.

            “Permíteme hoy, Padre mío, asumir el papel que Tú me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. Pues lo que de este modo se reconcilia en mí, se reconcilia igualmente en Ti. -Y no me dejes caer en la tentación de seguir desconociéndome-

Joseluis