“Todos los regalos que les hago a mis hermanos me pertenecen”. Es una frase que me quita el miedo; “Lo que doy también me pertenece” se queda en mi cabeza sin conflicto. En efecto, contradice mi sistema de pensamiento, pero me da paz. Debe ser que algo en mí sabe o recuerda que es cierto. Con esta frase, contra lo que pueda parecer, entro en un terreno amable y conocido. Con esta lección aumenta mi riqueza y mis posibilidades.

Del mismo modo en que cada uno de los regalos que mis her­manos hacen me pertenece, así también cada regalo que yo hago me pertenece a mí”.- Y me dejo acunar por esta contradicción sonora que me rompe- “Cada uno de ellos permite que un error pasado desaparezca sin dejar sombra alguna en la santa mente que mi Padre ama”. -Y continuo disfrutando de lo que ni sé ni entiendo. Puedo descubrir un mundo de posibilidades aceptando lo que me gusta, aunque contradiga mis planteamientos- “Su gracia se me concede con cada regalo que cualquier hermano haya recibido desde los orígenes del tiempo, y más allá del tiempo también”. -Por un momento soy inmensamente rico sin saber de qué- “Mis arcas están llenas, y los ánge­les vigilan sus puertas abiertas para que ni un solo regalo se pierda, y sólo se puedan añadir más”. -¡Qué seguridad, las potencias vigilando el crecimiento de mi abundancia. Caigo de rodillas para decir:- “Déjame llegar allí donde se encuentran mis tesoros, entrar a donde en verdad soy bienve­nido y donde estoy en mi casa, rodeado de los regalos que Dios me ha dado”. -Y que no ande nunca más distraído-.

            “Padre, hoy quiero aceptar Tus regalos. No los reconozco. Mas confío en que Tú que me los diste, me proporcionarás los medios para poder contemplarlos, ver su valor y estimarlos como lo único que deseo”.- Y asiento en todo-

Joseluis