Que venga a mí ahora una nueva percepción”. Es otra forma de perdonar al mundo y a sus manifestaciones. “Que venga a mí una nueva percepción”. Y me permito un vacío de todo lo que conozco y me resulta familiar. Conscientemente trato de abandonar el espacio que habito mientras apelo a mi fe para abolir mi miedo a lo desconocido. No sé dónde voy, pero sé lo que no quiero; no quiero más culpa, no quiero más muerte. “Padre, hay una visión que ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado, lo cual indica que el miedo ha desaparecido, y que en su lugar se ha invitado al amor”. Ese amor… desconocido también porque no es de este mundo. Y lo pido a ciegas “Y éste vendrá dondequiera que se le invite. Así de sencillo, sin esfuerzo, sin hacer otro mérito que solicitarlo. Sospecho de lo fácil, es mi actual condición, por eso pido la nueva percepción “Esta visión es Tu regalo”. Los regalos son gratis, ya entiendo, es un regalo

Los ojos de Cristo contemplan un mundo perdo­nado. Ante Su vista todos los pecados del mundo quedan perdonados, pues Él no ve pecado alguno en nada de lo que contempla. Permito que Su verdadera percepción venga a mí ahora, para poder despertarme del sueño de pecado y ver mi impecabilidad en mi interior, la cual Tú has conservado completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme”.

Jesús me dice: “Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. ¡Qué bellos somos! ¡Cuán santos y amorosos! Hermano, ven y únete a mí hoy. Salvamos al mundo cuando nos unimos. Pues en nuestra visión el mundo se vuelve tan santo como la luz que mora en nosotros”. ¡Y me voy con él!

José Luis