“No soy víctima del mundo que veo”. Es una declaración de independencia en toda regla. Si lo que veo son mis propios pensamientos en forma de venganza o de ataque, aunque por la costumbre no lo distinga, no puedo ser víctima de lo que veo, soy su autor. Cambia la cosa mucho. Al decirlo desde esta consciencia parece como si me sacudiera los parásitos con los que vengo conviviendo; mis pensamientos del pasado ¡Esto sí es liberación!
Debo hacer dos sesiones algo más largas, en la mañana y en la noche, de 3 a 5 minutos. Empiezo repasando lo que veo mientras repito la idea. Luego, con los ojos cerrados aplico la idea a mi mundo interno. Me recuerda que son el mismo, pues el segundo es la causa del primero. Así, cerrados los ojos observo lo que conservo y cocino en mi mente. “No soy víctima del mundo que veo” como suspiros largos voy soltándolos. Me asusto cuando “veo” como preparo el futuro con mi sospecha sostenida, con mi miedo no reconocido a veces; mis enfermedades empeorando, mis enemigos haciéndose más fuertes, acabándose mi tiempo… Haciéndose cada vez más pequeño y letal mi mundo. “No soy víctima del mundo que veo”. Zotal para las paredes de mi mente contaminadas.
Hoy he visto la tramoya del circo de mi vida y el ruin guion que represento. Hoy cambio al director. Un valido ha usurpado el puesto del Hijo de Dios y lo llevaba a la muerte. También debo usar la fórmula cuando la tentación me ataque a lo largo del día. Cuando la tentación me asuste. Y agradezco mi lección envuelto en este manto; “No soy víctima del mundo que veo”. Y me sacudo el miedo como pulgas.
Joseluis