“Y Dios mismo enjugará todas las lágrimas”. Al escucharla pongo en ella mis esperanzas. Estoy cansado de vivir en llanto, pero… ¡cuánto tarda Su consuelo! Y continúo leyendo: “Padre, a menos que juzgue no puedo sollozar. -Son mis juicios los que retrasan Su llegada- Tampoco puedo experi­mentar dolor, sentirme abandonado o creer que no se me necesita en este mundo. -¿No son realidades los síntomas que experimento, son mis propios juicios lo que veo y lo que me hace sufrir? En efecto, así debe ser porque continúa diciendo- Éste es mi hogar porque no lo juzgo, y, por lo tanto, es únicamente lo que Tú quieres que sea. -Hágase entonces según Tu Voluntad y de este modo se acabará el llanto-.

Hoy lo quiero contemplar sin condenarlo, a través de ojos felices que el perdón haya liberado de toda distorsión. – Ayúdame a apartarme de mis juicios, hoy no lo voy a condenar ni a afirmarme en los juicios de siempre que lo sustentan. Hoy me apartaré intencionadamente de ellos.- Hoy quiero ver Tu mundo en lugar del mío. Y me olvidaré de todas las lágrimas que he derramado, pues su fuente ha desaparecido. Padre, hoy no juzgaré Tu mundo. `

“El mundo de Dios es un mundo feliz”. -Su visión me muestra a mis enemigos como aliados- “Los que lo contemplan pueden tan sólo sumar a él su propia dicha y bendecirlo por ser causa de una mayor dicha para ellos”. -Ya todos jugaran conmigo al mismo juego, y no habrá pugna. Lloraba por no entenderlo. Cambiamos las reglas porque- : “hemos aprendido que el mundo que veíamos era falso, y hoy vamos a contemplar el de Dios”. -Y ya no habrá más llanto-

joseluis