“Que recuerde que Dios me creó”. Ciertamente es una propuesta inaudita. Sólo conozco mis necesidades inmediatas; la salud, mis relaciones, mi economía… incluso mejorar mi santidad, pero recordar Quien me creó… me sorprende. ¿Qué puede aportarme eso? Y al repasarlo caigo en la cuenta; “Que recuerde que Dios me creó” porque olvidaré todo lo demás. Y me quedo fascinado. Mi enfermedad se queda sin fundamentos, y del resto… todo mi miedo al futuro también. Lo que parece acosarme desaparece. Todo lo que el tiempo contiene se suspende, se queda sin contenido.  Nada puede sostenerse frente a esta propuesta inaudita. Sólo tengo esa necesidad, recordar mi Fuente, mi Causa ¿cómo he podido vivir hasta ahora? ¿Qué he estado haciendo sin conocer ese dato?

Necesito apoyarme en algo y prosigo: “Padre, yo no me creé a mí mismo, aunque en mi demencia creí que lo hice. No obstante, en cuanto que Pensamiento Tuyo, no he aban­donado mi Fuente y sigo siendo parte de Aquel que me creó. Tu Hijo, Padre mío, Te llama hoy. Que recuerde que Tú me creaste. Que recuerde mi Identidad. Y que deje que mi impecabilidad vuelva a alzarse junto a la visión de Cristo, a través de la cual deseo hoy contemplar a mis hermanos y contemplarme a mí mismo”. ¡Qué alejada está mi pequeña voluntad de esto, cuánta corrección preciso! Siento la necesidad de aprenderme su contenido y lo hago mientras lo repaso.

            “Ahora recuerdo mi Fuente; y en Ella encuentro por fin mi verdadera Identidad. Mis hermanos y yo somos en verdad santos porque nuestra Fuente no conoce el pecado. Y nosotros que somos Sus Hijos, somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él”. Y ahí espero pasar el día, buscando en el recuerdo mi único y real pasado, la naturaleza que me otorga mi Fuente.

joseluis