“Dios es mi único objetivo hoy”. Cuando trato de interiorizarlo reconozco que no es verdad. Me asusto. Él no está entre mis objetivos, aunque a veces lo parezca ¡Tengo tantas cosas por delante…! Y me desanimo ¿Dónde voy a ir así? ¿Cómo no voy a tener conflictos? -Éste es tu punto departida- escucho en mi interior -Si ya tuvieses certeza de ello no necesitarías corrección-. Y me doy cuenta de que con cada cosa que aquí persigo trato de completarme, en realidad Le estoy buscando. Esto me tranquiliza, aunque lo haga mediante métodos equivocados. Ahora puedo proseguir: “La única manera de llegar a Dios aquí es mediante el perdón. No hay otra forma”. Escucho hablarme de nuevo y me centro.
“Si tu mente no le hubiese concedido tanto valor al pecado, ¿qué necesidad tendrías de encontrar el camino que conduce donde ya estás? –Me dice- ¿Tendrías aún incertidumbre?” -No, pero la tengo- “¿Podrías estar inseguro de lo que eres?” -No, pero lo estoy- “¿Y podrías seguir durmiendo entre espesas nubes de duda con respecto a tu santidad si Dios te creó libre de pecado?” -No, pero lo hago- “Aquí sólo puedes soñar”. Sí, pues siento la misma pereza a cambiar de objetivo que cuando tengo que despertarme. “Puedes soñar que has perdonado a aquel en quien todo pecado sigue siendo imposible” -Me indica- “elije soñar esto hoy”. -Sí, el perdón-: “Padre eres mi objetivo, y el perdón, el medio por el que mi mente por fin regresa a Ti”.
Y así es Padre como quiero llegar a ti por el camino que me has señalado. No tengo otro objetivo que oír Tu Voz y hallar el camino que Tu sagrada Palabra me ha señalado. –Ya no hay pereza-.
joseluis
Me encantan tus reflexiones, muchas gracias por compartirlas