“Que se acalle en mí toda voz que no sea la de Dios”. No hay oración más apropiada, con ella renuncio a las ilusiones que sostienen mundo y elijo el Cielo. Que se acallen en mí las ilusiones de peligro y amenazas. Que se acallen las ilusiones de diferencias y conflictos, de escasez y obligaciones, de enfermedades y de muerte. Que se acalle en mí el deseo de tener la razón ni busque mí reconocimiento. Que se acalle el ruido del mundo y sus luces. Que se acalle todo lo que atraiga mi atención y me retenga. Que se acalle todo por hoy… “Padre, hoy quiero oír sólo Tu Voz. -Hoy quiero escucharte- Vengo a Ti en el más profundo de los silencios para oír Tu Voz y recibir Tu Palabra. No tengo otra oración que ésta: que me des la verdad. Y la verdad no es sino Tu Voluntad, que hoy quiero compartir Contigo.
Ésta es la honesta oración de mi alma decepcionada desde el mundo hostil en el que aún cree y donde se siente atrapada. “Hoy no dejaré que los pensamientos del ego dirijan mis palabras o acciones. Cuando se presenten, simplemente los observaré con calma y luego los descartaré”. -He hecho y mantengo otra elección; silenciar sus ruidos- “No deseo las consecuencias que me acarrearían”. -Hoy sólo busco el silencio-. “Por lo tanto, no elijo conservarlos”. Ahora se han acallado. Y en esa quietud, santificada por Su Amor, Dios se comunica conmigo y me habla de nuestra voluntad, pues he decidido recordarle”. -Hoy me encuentro con Él-. “Que se acalle en mí toda voz que no sea la de Dios”. -Sostén mi mente en esta elección cada vez que una ilusión me tiente, sostén mi mente todo el tiempo-.
Joseluis