“No sé cuál es el propósito de nada”. Cada día estoy un poco más huérfano de mis conocimientos y más feliz. Si ayer aprendí que no percibo lo que más me conviene, debe ser sin duda porque no sé el propósito que encierra. Y para llenar este vacío, me dice: Todo existe para tu benefi­cio. Para eso es para lo que es; ése es su propósito; ése es su significado”. ¡Qué bien me sienta pensar que todo está para hacerme feliz, cuántos problemas dejo fuera, cuántas defensas abandonadas, qué tranquilidad! Pero, ¿qué pasa con tantos recuerdos, con tantas expectativas? realmente creo que eso es mi vida ¿qué voy a hacer sin ello, me quedo vacío? Y leo: “Tú percibes al mundo y a todo lo que éste contiene como signi­ficativo desde el punto de vista de los objetivos del ego. Estos objetivos no tienen nada que ver con lo que más te conviene, ya que tú no eres el ego. Esta falsa identificación no te permite entender cuál es el propósito de nada” ¡Ah!

-Me gusta como siempre lo que me dice, pero tengo que cerrar los ojos y seguir. En efecto, leo-: “En los niveles más superficiales recono­ces el propósito de todas las cosas. Sin embargo, el propósito de algo no se puede entender en esos niveles”. –Siempre me quedaba esa sospecha-. “Es fundamental para tu aprendizaje que estés dispuesto a renunciar a los objetivos que has adjudicado a todas las cosas. Reconocer que dichos objetivos no tienen sentido, en vez de con­siderarlos como “buenos” o “malos”; es la única manera de lo­grarlo”. –Cada día me gusta más dejarme llevar, cada día estoy más implicado, cada día más feliz y voy soltando mis juicios y mis defensas-.

-Debo repetirme la idea y después recorrer los objetos que me acompañan diciendo-: “No sé para qué es esta silla, no sé para que es…” -y descanso. Seis veces hoy, por dos minutos-.

Joseluis