“Amar a mi Padre es amar a Su Hijo”. No me tengo por persona que anda diciendo que ama a Dios lleno de fervor. Es fácil decir que amas a alguien que no te hace ninguna reclamación y ni siquiera ves, te da un barniz de santidad estupendo. Siempre me han parecido unos “meapilas”. Pero al verlos, y dar fe de su existencia, el “meapilas” debo ser yo. Para mí entonces es la frase; “Amar a mi Padre es amar a Su Hijo”. Me centraré en que sólo hay un amor, a ver si lo descubro.

“Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón”. -Bien claro, que no vaya diciendo que amo a Dios y a la humanidad, si sostengo algún resentimiento contra un vecino ¡Y cuantos tengo! Me estoy engañando para sostener una imagen ficticia de mí que me acabará matando-. “Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi ser, si trato de hacerle daño al Hijo de Dios”. -Es imposible insiste, que me deje de ensoñaciones universales y banales-. “Que no deje de reconocerme a mí mismo.” –Soy el Hijo de Dios- “ni siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo que mi Padre es o que mi mente puede concebir todo el amor que Él me profesa y el que yo le profeso a Él”. ¡Qué fuerte! Dice que desde mi estado no soy capaz siquiera de concebir Su amor ni el que yo Le tengo. ¡Ay! Hoy me repetiré:“Amar a mi Padre es amar a Su Hijo”.-Tengo que partir de ahí, ese es el centro y abandonar mis ilusiones de amor-.

       “Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a Ti, Padre mío. Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Volun­tad. Y reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone, y sólo eso, es lo que la mía dispone también. Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. Amén.

joseluis