“Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo”. ¡La paz de Dios como alternativa a las amenazas de la vida! Ahora lo veo claro. Tengo mi paz confiada a la fortaleza de mis defensas. Creo que si me preparo para lo peor, estaré a salvo. ¡Ay, qué error! Aunque sea lo habitual, no deja de ser un inmenso error, pues las defensas producen precisamente lo que te quieres defender. No cuento con la otra opción; la paz de Dios. Si mi mundo es la representación de mis pensamientos de ataque y todo está basado en ello, puedo elegir salvarme, eligiendo la paz de Dios “Tu paz me rodea, Padre”. -Elijo Tu paz. Qué no me vuelva a olvidar- “Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro”. –Nunca pensé-.

                  “Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo”. –Si elijo paz como alternativa, paz será lo que muestren mis movimientos, paz habrá en mi cara, paz habrá en mi voz-. “Se la ofrezco a los que sufren, a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza”. –No tendré que hacer ningún discurso, seré una muestra de ella-. “Envía­melos, Padre. Permíteme ser el portador de Tu paz”. –Su gozoso soporte, su prueba-. “Pues quiero salvar a Tu Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a reconocer mi Ser”. –Y Tu Hijo soy yo-.

Y oigo a Jesús conmigo: “Así caminamos en paz, transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predi­camos Su Palabra, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que nos dio”. -Y me uno a él y a su propósito por todo el día-.

joseluis