“El miedo de la clase que sea no está justificado”.- ¡Cuántos dicen que no tienen miedo! Nunca lo examinaron. He visto tantas veces los míos que ya no puedo negarlos. Puedo despreciar mi propia muerte, pero no la de mis hijos y de ahí en adelante. Tengo miedo oculto por todos mis proyectos. Que no me quieran, que no me acepten… Lo he visto. Estoy lleno de defensas tan lógicas que no las catalogo de miedo; cierro mi puerta, ando vestido, cuido mi higiene… Mi ego me impide que vea lo que realmente son. Sería un desdoro en su plan, que es el mío. El miedo es de cobardes me dice, pero de decididos examinarlo oigo igualmente de otra voz diferente.
“El miedo es un engaño”. Vuelve a insistir. ¿A quemarme con agua hirviendo, al dolor, a mis enfermedades…? Sí, me contesta porqué; “Da testimonio de que te has visto a ti mismo como nunca podrías ser y, por lo tanto, contemplas un mundo que no puede ser real”. El miedo es la señal de que estoy dormido. “Ni una sola cosa en ese mundo es verdad”. ¿Nada? Sí, nada. “Sea cual sea la forma en que se manifieste, sólo da fe de tus ilusiones acerca de ti mismo”. Es un descanso oírlo. Sólo aceptando que mi cuerpo es una ilusión, acaba. “No te dejes engañar hoy. Eres el Hijo de Dios. El miedo no tiene cabida en ti, pues cada uno de nosotros es parte del Amor Mismo”. Ahí me quedo; nada de lo que temo tiene poder sobre mí.
¡Cuán infundados son mis miedos Padre! ¿Ibas acaso a permitir que Tu Hijo sufriese? Dame fe hoy para reconocer a Tu Hijo y liberarlo. Perdonémosle hoy en Tu Nombre, para poder entender su santidad y sentir por él el amor que a Ti también te inspira. Y respiro este silencio.
Joseluis