“Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo”. -Esta frase tiene música para mí, me deja colgado… Muchas son las ventanas que tengo abiertas al mundo, pero oírmela decir hace que se diluya el interés por ellas. Y me la repito-; “Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo”. -Y aquí me quedo, dentro todo se ve diferente-: “Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado”. -Ya no sé dónde estoy, y continúo-. “Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal”. -Poco me parece para tanto dolor y sufrimiento…- “Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad, o en los pensamientos que están eternamente unidos cual uno solo”. -Lo veo imposible, pero… ¿qué tiempo ocupa lo que no es real? Siempre tiene razón-. “Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo”. -Esto es lo que tengo que aprenderme, que nada ocurrió que rompiera la armonía, sólo esto-. “Hoy aceptamos la veracidad de este hecho”. -¿Para qué lo voy a aprender? Lo acepto y ya-.
Me uno a la voz de Jesús para repetir: Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados. -Hoy cierro mis ventanas al tiempo, y en el silencio, la lección de hoy toma sentido-: “Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo”.
Joseluis