“Dios es mi Padre y Su Hijo lo ama”. Si tal como estoy aprendiendo, dar es lo mismo que recibir, no puedo si no amarte, puesto que si Tú me has dado tu Amor, también has tenido que recibir el mío. ¡Ay, qué perdido me encuentro! ¿Qué he hecho con mi amor y con el Tuyo? Tengo que aprender a corresponderte si quiero recuperar la conciencia de lo que es mío. El conocimiento de ese Amor que sin duda arde en mi mente, la mantiene iluminada con su benéfica luz, amada, libre de miedo e interferencias y con un porvenir en el que sólo se puede perfilar paz. Aquí me quedo repitiendo; -Dios es mi Padre y lo amo-, aunque todavía no sepa ni lo que digo. -Dios es mi Padre y lo amo- Hasta conectar con este conocimiento que oculto.
Por el momento lo desconozco, pero añoro este estado. “¡Cuán apacible es el camino por el que Tu amoroso Hijo se le concede llegar hasta ti!” -Y lo busco mientras pido ayuda para esta tarea incierta para mí.
¡Qué gusto escuchar a Jesús hablarme tan directamente!: “Hermano mío, ahora hallamos la quietud” -Me habla mientras toma la responsabilidad- “El camino está libre y despejado. Ahora lo recorreremos juntos y en paz. Tú me has llamado y yo nunca te abandonaré”. -Me quedo aquí por un instante. Eso es lo que necesito, no sé andar solo por este camino, y prosigue-: “Somos uno, y es sólo esta unidad lo que buscamos a medida que damos los últimos pasos” -Qué bien suena eso- “con los que concluye una jornada que nunca comenzó”. -Me apoyo en su veteranía y me callo. Detrás de ti hermano-.
joseluis