“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -Éste es el tren en el que puedo subirme cada mañana y dejar atrás los pensamientos que vienen a tentarme con sus pretendidas condiciones de ser reales. No importa lo perentorio de sus amenazas, siempre puedo dejarlos atrás. Y no me cuesta ningún esfuerzo, sólo subirme a este tren que camina tirado del Espíritu en mí, mientras repito-; “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.

“No Soy un cuerpo. Soy libre”. -Conozco de donde salió mi cuerpo, pero olvidé de dónde me llega el conocimiento que tengo de mí mismo, mi certeza de ser. Alguien me dio la existencia y a ese Ser vengo a llamarle Dios. Por eso, por definición-; “Soy el Hijo de Dios”. -Esto es incuestionable, aunque lo haya olvidado completamente, porque creo que soy la consecuencia de mí mismo, de mi educación, de mi esfuerzo… Estoy loco-. “Aquiétate mente mía y piensa en esto por un momento”. –Eres el Hijo de Dios. Ciérrate a cualquier otra cosa que nos sea la verdad-. “Luego regresa a la tierra, sin confusión alguna acerca de quien es aquel a quien mi Padre ama eternamente como Su Hijo”. -¡Ayúdame a poner mi mente donde le corresponde y a sostenerla ahí!-

“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -De nuevo al tren… y me dejo llevar mientras su velocidad saca de mí lo que no es mío, lo que no permanece, lo que no es eterno, lo que me asusta, lo que me ata, lo que me confunde, todo lo que ha formado una imagen equivocada de mí con la que ando confundido-; “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -Hasta la estación término; mi Comienzo-.

Joseluis