No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. Rezo de nuevo esta mañana con la esperanza de transformar el conocimiento que tengo de mi naturaleza y mi relación con este mundo. Y hago de mis repeticiones la prueba de mi firme deseo cambiar. Hasta que se convierta en hábito, en la respuesta a las reclamaciones de este mundo. Frente a lo que me inquiete; “No soy un cuerpo”. Frente a lo que me atraiga; “Soy libre”. Frente a la locura; “Pues aún soy tal como Dios me creó”. Creérmelo hasta que mi cuerpo se deshaga… y ya no haya más muerte.

“No puede ser sino a mí mismo que quien crucifico”. Rompiendo con la estrategia del mundo, con la posibilidad de que pueda corregir lo que no me gusta violentándolo. Me pone frente mi propio pelotón de fusilamiento. Reo de mi condena. “Todo lo que hago, me lo hago a mí mismo”. La culpa oculta que produce mi propio ataque, pide ese mismo trato para mí y lo consigue. “Si ataco, sufro”. Ésa es la consecuencia; el dolor. “Mas si perdono, se me dará la salvación”. Si estoy dispuesto a ver que sólo me asustan ilusiones, dejará de atormentarme.

“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. Afirmándome. Reforzando mi débil determinación. Apoyándome en estas palabras que no son mías. Repasándolas hasta aprenderlas. Poniendo mi atención en lo eterno, ese mundo desconocido desde aquí que estoy dormido, mientras busco en su repetición la consistencia que aquí extraño. “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. Hasta el éxito final, no existe la muerte como opción, sólo la vigilia eterna.

Joseluis