“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -Comencé la meditación con la esperanza de calmar mi mente, alterada por algunos pensamientos de defensa que se me habían cruzado. ¡Cuánto me costaba sostener mi atención! Mi ego estaba muy reforzado apurándome con sus propuestas, debían ser las primeras. De eso modo comencé. Y agradezco haberme dado cuenta y haber sostenido los caballos mientras repetía obedientemente-;“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.

“El Nombre de Dios es mi herencia”. -Él me sostiene, me da consistencia, aleja de mí el peligro y la inseguridad. El nombre de Dios habla de mí… y de mi hermano, vino inmediatamente a mi cabeza. No puede haber conflicto que no sea ficticio con nadie si tenemos el mismo nombre y la misma herencia. Y me llegó la paz que a duras penas pude sostener al comienzo-. “El Nombre de Dios me recuerda que soy su Hijo” -Gracias Padre… y sus beneficios-: “…que no soy esclavo del tiempo ni sujeto a las leyes que gobiernan el mundo de las ilusiones enfermizas” -Gracias de nuevo, caí con fiebre y olvidé- “…y que soy libre en Dios y eternamente uno con Él”. -Y supe por un momento que no tenía nada que temer-.

“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.  -Más tranquilo proseguí con la confección de este nuevo traje, puntada a puntada recreándome con la faena-; “No soy un cuerpo”. –¡Que alivio!- “Soy libre”. –¡Que bueno oír esto!- “Pues aún soy tal como Dios me creó”. -Esta última es la que más me fija a este nuevo suelo, la más sólida para mí. Y hoy, agradecido, terminé diciendo: ¡Y esto es la verdad!-

Joseluis