“No puede ser sino mi propia gratitud la me que gano”. -Sorprendente frase ¿Para qué quiero yo mi propia gratitud, si lo que busco es el reconocimiento y la gratitud de los demás? – “Tratas de ser amable y de perdonar” –Pero- “Aquel que recibe tus regalos los tiene que recibir con honor, o de lo contrario se los quitas”. -Dice que este mismo comportamiento se lo atribuyo a Dios. De ahí mi inseguridad y mi miedo-.
“¿Qué importa si otro piensa que tus regalos no tiene valor? Hay una parte de su mente que se une a la tuya para darte las gracias”. -Y me quedo de una pieza ¿Cómo iba a sospechar siquiera tal cosa? – “Se reciben allí donde se dan”. – ¡Dentro de mí siempre!- “Retira los regalos que has hecho y pensarás que lo que se te ha dado se te ha quitado”. Me pide que perdone los desprecios que veo fuera para no sentirme desposeído de los regalos de Dios-. “Pues la muerte no tendrá entonces ningún significado para ti”. -Ahora cobra sentido y puedo repetir-: “No puede ser sino mi propia gratitud la me que gano”. -Sigo leyendo y sorprendiéndome-: “Eres digno de toda gratitud por razón de lo que eres”. -Prosigue reconociéndome. La verdad que contiene me transporta a un lugar sin dimensiones. ¿Qué hago Padre? –
“Da gracias según las recibes. No abrigues ningún sentimiento de ingratitud hacia nadie que complete tu Ser. Da gracias por los incontables canales que extienden ese Ser”. -Arrobado y sorprendido escucho Sus palabras ¡No me pide que agradezca las cosas físicas, lo único que veo y me rodea! Y continúa-: “Gánate ahora la gratitud que te negaste al olvidar la función que Dios te dio. Pero nunca pienses que Él ha dejado de darte las gracias a ti”. -Amén-.
Joseluis