“Es únicamente a mí mismo a quien crucifico”. -Será por las veces que he leído este Curso que tengo arropándome la sospecha de su certeza. Contra el sentir de mi mundo, desde luego, que me aconseja hacerme valer, respetarme poniendo límites a los demás, amándome a mí mismo primero, blandiendo derechos, dignidades… un sin fin de defensas que ratifican mi individualidad-.

“La idea de hoy es un paso que te conduce desde el cautiverio al estado de perfecta libertad”. -Cuando se pone así siempre me parece que exagera, pero leo una frase conmovedora-: “No necesitamos tiempo para eso, sino estar dispuestos”. -Me paro aquí, las cosas que me lo hacen corto me gustan porque rompen mi sistema de pensamiento-. “Lo que parece requerir cientos de años puede lograrse fácilmente -por la gracia de Dios- en un sólo instante”. -Ahí me quedo-.

El pensamiento desesperante y deprimente de que puedes atacar a otros sin que te afecte, te ha clavado en la cruz”. -¡La base de mi mundo! Me dan escalofríos-. “El temor a Dios es real para quien cree en esto”. -Pues yace oculto tras el ataque externo del que me defiendo. Pero me tranquiliza-: “Si únicamente es a ti a quien crucificas no le has hecho nada al mundo y no tienes que temer”. -El temor a Dios no estaría justificado, es la salvación lo que me da pavor porque pone al asesino durmiendo en mi propia cama-: “Y ahora, por un instante, percibes dentro de ti a un asesino que ansía tu muerte… No obstante, ese mismo instante es el momento que te llega la salvación. Pues el temor de Dios ha desaparecido”. – Descubrí al asesino- “Y puedes apelar a Él para que te salve de las ilusiones por medio de Su Amor, llamándolo Padre”. –Padre, Padre, Padre, trae a mi mente la cordura que abandoné, la acepto hoy mismo-.

Joseluis