“Pongo el futuro en manos de Dios”. -Y me dispongo a hacerlo. Todo bien a primera vista. Pura fachada, al instante continúo trabajando por lo mío y después… la frustración y el lamento; ¡Si lo había entregado! Me falta atención-. “Acepta la idea de hoy, y habrás dejaras la ansiedad, los abismos del infierno, la negrura de la depresión, los pensamientos de pecado y la devastación que la culpa acarrea”. -Me ayuda de esta manera, hablándome del otro lado-. “No hay un solo instante en que se pueda sentir depresión, experimentar dolor o percibir pérdidas”. -Y lo sé-. “No hay un solo instante en el que uno pueda ni siquiera morir”. -Ayúdame a comprender esto, a integrarlo-.
Es la costumbre de procurarme el bienestar por mi cuenta la que me traiciona. “Si pudieses ver la lección de hoy como la liberación que realmente representa, no vacilarías en dedicarle el máximo esfuerzo de que fueses capaz, para que pasase a formar parte de ti”. -Tengo que mudar mi rutina por esta nueva-; “Pongo el futuro en manos de Dios”. -Cambiar mi hábito. A cada pensamiento-: “Pongo el futuro en manos de Dios”. -Y dale-. “Conforme se convierta en un pensamiento que rige tu mente, en un hábito para solventar problemas, en una manera de reaccionar ante toda tentación, le transmitirás al mundo lo que has aprendido”.
De esa forma invoco Su Nombre para reemplazar los muchos nombres que inventé para torturarme. Que cada vez que me asuste por un asunto que ya entregué, recuerde la entrega y la reafirme. “Ahora sí que nos hemos salvado. Pues descansamos en Sus Manos, seguros de que sólo cosas buenas nos pueden acontecer. Si nos olvidamos de ello, se nos recuerda dulcemente”.
Joseluis