“Tengo una función que Dios quiere que desempeñe”. -Siempre me levantó expectación esta frase. Y se va mi imaginación a ocupaciones de este mundo; ama de casa, trabajos de voluntariado… algo en beneficio de la sociedad y me corta-; “¿qué sen­tido puede tener tal función en un mundo de envidia, odio y ataque?” – ¡Ah! ¿no se trata de hacer nada aquí? – “El perdón es tu función aquí”.

¡Cuántas veces busqué una función física en este mundo para servir al Padre! Ayudar a los pobres, hacerme cura… Pero no, únicamente perdonar. Se me hace duro, una montaña. ¡Hubiera preferido andar sobre una pierna que perdonar algunas cosas! El perdón es lo que más se asemeja (a la creación) aquí en la tierra. -Trata de enseñarme-. “El perdón es el medio por el que se supera el miedo a la muerte” –No lo sabía… y empieza a atraerme-. “La mente no puede cometer errores sin un cuerpo”. -En efecto, el cuerpo es el culpable, el objeto de mi venganza y mi justicia que el perdón me quiere arrebatar. Lo único que me quedaba. Y me contesta-: “Una vez que la ira haya desaparecido, podrás percibir que a cambio de la Visión de Cristo y del don de la vista, no se te pidió sacrificio alguno”. -Aplaco mis dudas esperanzado-.

Me asegura que mi entendimiento es tan limitado que las culpas tan reales para mí, no son sino simple errores. Y me cuesta creerlo, pero me dice: “¿Quién que mantenga a otro prisionero puede ser liberado?” -Y en efecto, me veo ahí, atento a mis juicios y rehén de mis enemigos-.

Quiero aprender este nuevo camino del perdón, ver en “aquel que despierta mi ira, mi salvador de la muerte”. Muy duro sí, pero el Padre le ama igual que a mí, y no puede ser de otro modo. Y sigue: “Tu única función aquí en la tierra es perdonarlo, para que puedas volver a aceptarlo como tu Identidad”. – ¡Ayúdame Padre, me vuelvo loco, demasiado para mí!-.

Joseluis