“Soy el santo Hijo de Dios Mismo”. -Antes me producía vértigo esta declaración, ahora no, aunque siga viviendo al margen de ella en un mundo de desconocidos y hostil-. “Niega tu identidad y ése es el resultado”. -Me explica de un plumazo-. “Soy el santo Hijo de Dios Mismo”. -Miro la frase, me la escucho decir y comprendo que no hay otro remedio; Dios es mi Origen, no existe otra posibilidad, no hay otra explicación yo- “Soy el santo Hijo de Dios Mismo”. -Hoy lo repetiré hasta que me lo aprenda ¿Qué he hecho con mi cordura que no forma parte de mi rutina? –

“Niega tu identidad y verás la maldad, el pecado y la muerte” -Así es; niego mi ser para identificarme con lo que veo. ¡Ay, éstas son mis penas! – “Eres la creación de Dios. Creer otra cosa es absurdo”. -Sí, absurdo, mi mente vive al margen de la realidad, de ahí tanto sufrimiento-. Deja que la idea de hoy encuentre lugar entre tus pensamientos”. -Nada más me pide y me asegura que encontraré un lugar de seguridad y escape para el infierno fácilmente-.

Voy con la plegaria de hoy: “Soy el santo Hijo de Dios Mismo. No puedo sufrir ni sentir dolor; no puedo experimentar pérdidas ni dejar de hacer lo que la salvación me pida”. -Y al oírmelo se convulsionan los cimientos del miedo por el empuje de tanta verdad como contiene-. “Se te ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra”. -¡Tanto! ¿Qué voy hacer con ello?-

“Deja que el Hijo de Dios despierte de su sueño y que al abrir sus ojos regrese a bendecir el mundo que fabricó”. -¡Mi mundo se salvará conmigo! Siento un alivio que no puedo explicar. Un peso fuera. Sí, mis células deben reconocer que fui su desgraciado autor, y ésa es mi felicidad-.

Saldo mi deuda conmigo y con mi mundo: “Soy el santo Hijo de Dios Mismo”. -Hasta que no quede nada más-.

Joseluis