“Padre nuestro… No tenemos nada que decirte, pues sólo deseamos escuchar Tu Palabra y hacerla nuestra”. -Me recito para preparar mi actitud-. “Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”. -La repito por obediencia al Maestro que me guía, en voz alta, como ayer, como mañana, cada día lo hago, hasta que me lo aprenda y se rompa definitivamente ese velo que me mantiene dormido y al margen de mi naturaleza-.
“En Su Presencia he de estar ahora”. -Y contra lo que pueda pensarse no me arrugo, sino que me vengo arriba. Sólo en Su Presencia, y apeo de mi interés por un instante los asuntos que parece apretarme hoy. Esta frase hace que me salte el protocolo de mi mente estrecha, todo eso de; no soy digno, me falta mucho que limpiar, prepárate primero, etc. etc-. “En Su Presencia he de estar ahora”. -Me oigo decir; yergo mi frente y ocupo mi lugar-.
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”. -A veces, mientras repito casi mecánicamente se cruzan pensamientos a distraerme y me gusta concentrarme agarrándome al final de la idea de hoy; eso es lo que soy yo; Amor, y me miro desde ahí tratando de reconocerme-.-
“Hoy aprendo a dar tan como recibo”. -Casi no entiendo nada, ni puedo construir nada alrededor de esta frase, no me importa, la repito-: “Hoy aprendo a dar tan como recibo”. -Y acepto de ese modo la corrección en mi mente que sé que está haciendo, al margen de mi entendimiento-.
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”. -La rutina hará de este camino algo conocido y rescatará para para mí el brillo que su contenido siempre tuvo. Una tras otra, desgranando mis cuentas, como preces, que lo son-.
Joseluis