“En Dios no hay crueldad y en mí tampoco”. -Será así sin duda, pero ¿de dónde procede la que contemplo y sufro? Me pide que me aprenda esta lección-: “Tú fabricas aquello de lo que te defiendes. Y al defenderte haces que sea real e ineludible. Depón tus armas, y sólo entonces percibirás su falsedad”. -Sí, no tiene desperdicio. En mi locura, fortalezco mis propias fantasías separándome primero y defendiéndome después de ellas. Y la temerlas, me refugio en el miedo creyendo que él puede ayudarme. De esa forma a mi “enemigo”; el miedo, lo doto con los atributos del amor y lo convierto en el defensor de mi paz-. “Al tener al amor como enemigo, la crueldad se convierte necesariamente en un dios”. -Ya salió. ¿Qué hacer?-
“No desafíes su poder, pues no tiene ninguno”. -Me dice, tu resistencia es lo único que le sostiene-. “Pues el miedo es venerado por aquellos que le rinden culto, y el amor parece ahora estar revestido de crueldad”. -Caos total, y continúa: No dudes de tu elección. Mira por última vez el bloque de piedra que esculpiste, y deja de llamarle dios. Siempre elegiste mantenerlo contigo. Por eso el temor a Dios te acompaña. Esta vez lo dejarás. Y regresarás a un mundo nuevo aliviado; un mundo que no pueden ver tus ojos, sino a través de tu visión restituida gracias a tu elección-.
Y me regala este credo de cordura: “Padre, somos como Tú. En nosotros no hay crueldad, puesto que en Ti no la hay. Tu paz es nuestra. Y bendecimos al mundo con lo que hemos recibido exclusivamente de Ti. Elegimos una vez más, y elegimos asimismo por todos nuestros hermanos, sabiendo que son uno con nosotros. Les brindamos Tu salvación tal como la hemos recibido ahora. Y damos gracias por ellos que nos completan. En ellos vemos Tu gloria y en ellos hallamos nuestra paz. Somos santos porque Tu santidad nos ha liberado. Y Te damos gracias por ello. Amén”.
joseluis