“Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios”. -Cada vez que me encuentro sufriendo por un pensamiento de amenaza, estoy negando el Pensamiento de Dios, pues de Dios no puede venirme zozobra alguna-. ¿Qué otra cosa sino tus pensamientos de aflicción y de muerte ensombrecen la perfecta felicidad y vida eterna que la Voluntad de tu Padre dispone para ti? ¿qué otra cosa sino las ilusiones podrían ocul­tar lo que no puede ser ocultado? ¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí?”. -Cuando sufro estoy negando el Pensamiento de Dios. Debo salir de ahí-.

Leo a continuación: “El Pensamiento de Dios te creó, no te ha abandonado, ni has estado nunca separado de él. Te pertenece. Gracias a él vives. Es tu Fuente de vida...” -Agradezco el recordatorio… su consistencia. Ningún pesar puede sostenerse cuando Su Pensamiento ocupa mi mente-. “No niegues el cielo. Hoy se te concede sólo con que lo pidas”.  -Demasiado fácil para aceptarlo sin reservas-. “No tienes que tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar”. -Parece que me escucha no, no la tengo-. “Hasta que no le des la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incertidumbre”. -¿Qué hago? Pide con fervor, me dice, no hace falta tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar. Aún sin fe plena puedo solicitarlo, un alivio-.

Practicaré lleno de esperanza: “Que mi mente no niegue el pensamiento de Dios” –A pesar de los nubarrones de mi mente y precisamente por ellos- “Tus dudas no tienen sentido pues Dios goza de perfecta certeza”. -La certeza está en Mi Padre. Él me sostiene. Y continúa-: “Practica lleno de esperanza. Pues están ciertamente justificada”. -Y lo hago-

joseluis