“Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente”. Frases como ésta me desconciertan.  Cuando sitúo la liberación de mi miedo en el futuro me quedo más tranquilo, pero ese, “ahora” me parece un desafío. “¿En qué otro momento sino ahora puede reconocerse la verdad?” -Me responde para calmarme.- “El presente es el único tiempo que hay”. -Me veo en un abismo, me quedo sin respuestas, porque contradice lo aprendido que me indica que las cosas buenas llevan tiempo-. “En este mismo instante, ahora mismo, podemos contemplar lo que se encuentra ahí eternamente, no ante nuestra vista sino ante los ojos de Cristo”. El presente no es lo que veo, sino lo que ve el Cristo ¡Ah!

La verdad ya existe, no es mi trabajo componerla, no requiere tiempo. Sólo mi aceptación de la visión de Cristo la puede poner a mi alcance, y eso puede ser ahora mismo ¡Ay Dios mío! Hay un silencio que el mundo no puede perturbar.  Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido. Hay en ti una sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado. Hoy recordarás todo esto. -Me sereno-. “Hoy no juzguemos. No recibiremos sino aquello que nos llega procedente de un juicio que se emitió desde más allá del mundo”. -Acepto rendido y hoy me propongo responder a cada situación de dolor con el escudo-: “Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente”. –Sólo es miedo-.

Descorre la cortina durante tus practicas renunciando a todo lo que ves”. -Continúa.- “Guarda tus frívolos tesoros y deja un espacio limpio en tu mente donde Cristo pueda venir a ofrecerte el tesoro de la salvación”. -Sigo aceptando, porque lo que quiero es cambiar las amenazas por la dicha. “Practica con fervor y éste será tu regalo”. -En tu palabra confío-. “¿Iba Dios a engañarte?” –Y hago silencio-.

joseluis