“Doy los milagros que he recibido”. -¿Tendré milagros para dar?- “No hay milagro que no puedas dar, pues todos te han sido dados. Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran y dándoselos al mundo”. -Tengo una idea tan menguada de los milagros que hasta ahora no tengo constancia de ninguno-. “La visión de Cristo es el milagro del que emanan todos los demás milagros”. -Viene a explicarme y sigo atento-. “Es su fuente, y aunque permanece con cada milagro que das, sigue siendo tuya. Es el vínculo mediante el cual el que da y el que recibe se unen en el proceso de extensión aquí en la tierra, tal como son uno en el Cielo”. -Ni me lo imagino-.
Hoy de nuevo la visión de Cristo. “Éste es el único regalo del Espíritu Santo, el tesoro al que puedes recurrir para obtener tu felicidad”. -Vuelve a decirme que está a mi disposición sólo con pedirlo. Me parece extraordinaria la facilidad y me la creo-. “Aquí las puertas no se cierran nunca, y a nadie se le niega la más mínima petición ni su necesidad más apremiante. No hay enfermedad que no esté ya curada, carencia que no se haya suplido, ni necesidad que no haya sido satisfecha”. -Tardo ya en estar pidiendo esa visión; “el áureo tesoro de Cristo” como lo cita-.
“Contempla el caudal de milagros desplegados ante ti para que los des”. -Ya se me dieron y yo sin saberlo ¡Ayúdame a darlos para reconocerlos, ni sé que digo!- “Cristo ha soñado el sueño de un mundo perdonado”. -Para mí debe ser-. “Éste es su regalo, a través del cual puede tener lugar una dulce transición de la muerte a la vida”. -Permítete soñar con Él este sueño, te despertará a la verdad. Y me rindo a ese sueño sin pérdidas, a ese sueño blanco-. “Doy los milagros que he recibido”. -En la mañana, la noche y cada hora-.
joseluis