“En Su Presencia he de estar ahora”. -Sólo el anuncio hace que me recoja y me prepare-. Éste es un día de silencio y de fe”. -Continúa diciéndome-. “Son muchos los días y las noches que te has pasado celebrando la muerte”. -En efecto, lo han sido-. “Hoy vas a aprender el júbilo de la vida”. –Y ya no puedo descolgarme de esto. Me coloco suavemente ahí, como puedo, en Su Presencia que desconozco, sin saber dónde, expectante. Según voy leyendo me adentro más en el silencio-.

            “Hoy se te concederá tener un atisbo del Cielo, aunque regresa­rás nuevamente a las sendas del aprendizaje”. -Me asegura que ya estoy en condiciones de poder alterar el tiempo y sus leyes lo suficiente como para poder entrar en la eternidad por un rato-. “Él dirigirá tu practica hoy...” -y confiado continúo-:“No necesitas más que la idea de hoy para iluminar tu mente y dejar que descanse en tranquila expectación y en sereno gozo, desde los cuales dejas atrás rápidamente al mundo”.

Hoy nos embarcaremos en un viaje con el que jamás has soñado”. -Amén-. “Pero el Santísimo, el Dador de los sueños felices, el Traductor de la percepción, El Santo Guía al Cielo que se te ha dado, ha soñado por ti esta jornada...” -Nunca oí esto, el Espíritu ha soñado por mí este día y esto lo facilita todo. Me siento seguro. Ésta será mi práctica larga de la mañana y la noche-. En la Presencia de Cristo hemos de estar ahora, serenamente inconscientes de todo excepto de Su radiante faz y de Su Amor perfecto”. -Y lo recordaré cada hora-.“La visión de Su faz estará contigo, pero llegará un instante que transcenderá toda visión, incluida esta, la más sagrada”. -El final que me anuncia-.

Joseluis