“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. -Se hace un vacío cuando me la escucho. No la puedo sostener junto a ninguna otra idea que quiera invadirme, y la uso para sacar de mi atención cualquier pensamiento que venga avisándome de peligros o circunstancias en las que deba intervenir. Y el silencio que se abre no hay amenazas ni descalabros, enfermedad ni muerte. Es la seguridad que me brindan los pensamientos que comparto con Dios-. “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. –Para mis primeros cinco minutos de la mañana, lo mismo haré en la noche-.

            “No hay otro amor que el de Dios”. En el silencio continúo mi práctica. Es una frase perturbadora. Descalifica el resto de los amores que conozco y me manejo. Me habla de algo diferente a mis amores que empiezan y acaban, que me exigen compensaciones, sacrificios, que debo de cuidar, de los que no me puedo fiar, de los que me dan miedo. Por eso le doy la bienvenida-. “No hay otro amor que el de Dios”. -Aunque no lo conozca me alivia saber que existe. Le haré un hueco en mi mente para que llegue, sacando los sucedáneos con los que lo sustituyo-.

Y después: “En el mundo que veo no hay nada que yo desee”. -Esto si que me rompe ¿Cómo que no, si ando tras cosas por las que me dejo matar? ¿Qué es lo que me está diciendo? Y escucho; Si todos tus planes terminan fracasando o su resultado es escaso y con pérdida, tal vez lo que buscas en este mundo no esté aquí. En efecto; si lo que busco es estar feliz y completo, definitivamente no es este mundo el lugar adecuado, aunque me cueste creerlo-. “En el mundo que veo no hay nada que yo desee”. -Y lo repito para que todo mi cuerpo se entere de una vez y deje de buscar donde no está-.

Y cada hora me conectare a mi deseo de ser feliz y no me desanimaré hasta alcanzarlo.

joseluis