“La salvación es lo único que cura”. -Y me quedo en blanco, parece una finura para tal vez posponer el alivio de mis dolencias. Mis medicamentos no se andan con tanto rodeo. Pero leo: “…los remedios terapéuticos es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta mejor”. -Debemos hablar de otra cura. Estos medios-, “no pueden sino sustituir una ilusión por otra”. – Continúa diciéndome que la enfermedad es una faceta de este sueño y me ofrece como terapia otro sueño; el del perdón de las ilusiones como único método de cura-. “Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad,… La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación, pero sí elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad”. -Sí, se aliviarán por fin mis dolencias-.

Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste”. -Concluye para no dejar dudas. Proponte hoy cambiar de mentalidad, me dice, pues lo que buscas es una cura para todas las ilusiones, no alternarlas, y asiento. Busca hoy la fuente de la curación que está en ti porque ahí la puso el Padre-. “Sólo necesitas bus­carla y la hallarás”. Su seguridad me anima-. “No te dejes engañar por lo que parece enfermo”.

Trato de recogerme y dirigirme en su búsqueda confiado. Así pues, dejó mis amuletos, talismanes y medicamentos, y permanezco en la quietud a la escucha de la Voz de la curación, que sanará mis males como si fuesen uno, junto a mi cordura. Cinco minutos me pide por la mañana y lo mismo por la noche, a vaciar conscientemente mi mente de los pensamientos que interfieran, no por separado sino a la vez, pues me dice que todos son uno.  “Sin nada en tus manos a lo que aferrarte, con el cora­zón exaltado y la mente atenta, oremos: La salvación es lo único que cura. Háblanos, Padre, para que nos podamos curar”. –Y cada hora lo traeré a mi mente-.

joseluis.