“En la quietud recibo hoy la palabra de Dios”. -Sólo oyendo esto me sereno… ¿Seré capaz de escucharle? ¿Dónde debo poner mi atención?- Este mundo cambiará gracias a ti”. -Me dice, Dios tiene un plan y es simplemente éste-: “el Hijo de Dios es libre de salvarse a sí mismo, y se le ha dado la Palabra de Dios para que sea su Guía, y se encuentra para siempre a su lado y en su mente, a fin de conducirlo con certeza a casa de Su Padre por su propia voluntad, que es tan libre como la de Dios”. -En mi mente, dentro de mí, a mi alcance…-

-Me dice que podré escucharla si abandono mis pensamientos, mis deseos personales, la idea que tengo sobre mi capacidad y mi preparación para oírla, y también, el modo como llegará y la forma. Hoy debo abandonar lo que pienso de mi, del mundo y de la Palabra de Dios-. Él te habla hoy. Su Voz espera tu silencio, pues Su Palabra no puede ser oída hasta que tu mente no se haya aquietado por un rato y tus vanos deseos hayan sido acallados. Aguarda Su Pala­bra en silencio. Hay una paz en ti a la que puedes recurrir a fin de que te ayude a preparar a tu santísima mente para oír la Voz que habla por su Creador”.

-Me pide que dedique tres intervalos de diez minutos a lo largo del día parando mi actividad y disponiéndome a escuchar la Voz de Dios-. “Él te habla hoy”. -Insiste, y me aquieto-. “Él te habla desde un lugar que está más cerca de ti que tu propio corazón”. -Escucho esperanzado y sorprendido-. “Su Voz está más cerca de ti que tu propia mano”. -Y me voy acercando a ese lugar, complacido y sereno esta vez-. “Su Amor es todo lo que eres y todo lo que Él es...” -no entiendo nada pero me quedo ahí, obediente-. “Su Amor es lo mismo que eres tú y tú eres lo mismo que Él”. -Amén ¡qué puedo decir!-

Y cada hora haré un receso para aquietarme y prestar oídos a Su Palabra.

Joseluis